Neko

Cita del momento:

"No se puede ir por ahí construyendo un mundo mejor para la gente. Sólo la gente puede construir un mundo mejor para la gente. Si no, es solamente una jaula."
-- Terry Pratchett, Brujas de Viaje.
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viernes, 19 de diciembre de 2008

Mitología...del metaaaaallll!


Me encantan las clases de Mitología Clásica.
A parte de que el profesor es uno de esos que da gusto escuchar, que sabe explicar y que llega al alumno con "campechanía"(si es que esa palabra existe XD), y siempre dando facilidades para nuestro aprendizaje... La asignatura me resulta altamente interesante.

En ella revisamos mitos de la antigüedad, damos alguna que otra anotación filológica, y nos reímos. Porque también hay lugar para las anécdotas, como el verdadero origen de los cuentos clásicos como Blancanieves y compañía...o para la música metalera.

Recuerdo un día que nada más comenzar la clase, y creo que sin mediar palabra, le dio al play y sonó el el aula a toda pastilla, una canción de Tierra Santa cuya letra se inspiraba en, si no recuerdo mal, la Ilíada.

Hoy, hemos hablado también de ese filón que tiene la música heavy con la mitología, y ha mencionado el artículo de Pérez-Reverte que leí hace tiempo y que hoy quiero compartir con vosotros:

Número: 1050 Del 9 al 15 de diciembre de 2007

XLSEMANAL


"Corsés góticos y cascos de valkiria"


ARTURO PÉREZ-REVERTE


No soy muy aficionado a la música, excepto cuando una canción –copla, tango, bolero, corrido, cierta clase de jazz– cuenta historias. Tampoco me enganchó nunca la música metal. Me refiero a la que llamamos heavy o jevi aunque no siempre lo sea, pues ésta, que fue origen de aquélla, es hoy un subestilo más. Siempre recelé de los decibelios a tope, las guitarras atronadoras y las voces que exigen esfuerzo para enterarse de qué van. Las bases rítmicas, el intríngulis de los bajos y las cuerdas metaleros, escapan a mi oído poco selectivo. Salvo algunas excepciones, tales composiciones y letras me parecieron siempre ruido marginal y ganas de dar por saco, con toda esa parafernalia porculizante de Satán, churris, motos y puta sociedad. Incluidas, cuando se metían en jardines ideológicos, demagogia de extrema izquierda y subnormalidad profunda de extrema derecha. Etcétera.


Sin embargo, una cosa diré en mi descargo. De toda la vida me cayeron mejor esos cenutrios largando escupitajos sobre todo cristo que los triunfitos relamidos, clónicos y
saltarines, tan rubios, morenos, rizados y relucientes ellos, tan chochidesnatadas ellas, con sus megapijerías, sus exclusivas de tomate y papel cuché, y toda esa chorrez envasada
en plástico y al vacío. Al menos, concluí siempre, los metaleros tienen rabia y tienen huevos,
y aunque a veces tengan la pinza suelta y hecha un carajal, éste suele ser de cosas, ideas, fe o cólera que les dan la brasa y los remueven, y no de cuántas plazas será el garaje de la casa que comprarán en Miami cuando triunfen y puedan decir vacuas gilipolleces en la tele como Ricky, como Paulina, como Enrique.

Pero de lo que quiero hablarles hoy es de música metal. Ocurre que en los últimos tiempos –a la vejez, viruelas– he descubierto, con sorpresa, cosas interesantes al respecto. Entre otras, que esa música se divide en innumerables parcelas donde hay de todo: absurda bazofia analfabeta y composiciones dignas de estudio y de respeto. Aunque parezca extraño y contradictorio, la palabra cultura no es ajena a una parte de ese mundo. Si uno acerca la oreja entre la maraña de voces confusas y guitarras atronadoras, a veces se tropieza con letras que abundan en referencias literarias, históricas, mitológicas y cinematográficas. Confieso que acabo de descubrir, asombrado, entre ese caos al que llamamos música metal, a grupos que han visto buen cine y leído buenos libros con pasión desaforada. Ha sido un ejercicio apasionante rastrear, entre estruendo de decibelios y voces a menudo desgarradas y confusas, historias que van de las Térmópilas a Sarajevo o Bagdad, incluyendo las Cruzadas, la conquista de América o Lepanto. Como es el caso, verbigracia, de Iron Maiden y su Alexander the Great. La mitología –Virgin Steele, por ejemplo, y su incursión en el mundo griego y precristiano– es otro punto fuerte metalero: Mesopotamia, Egipto, La Ilíada y La Odisea, el mundo romano o el ciclo artúrico. Ahí, los grupos escandinavos y anglosajones que cantan en inglés copan la vanguardia desde hace tiempo; pero es de justicia reconocer una sólida aportación española, con grupos que manejan eficazmente la fértil mitología de su tierra: Asturias, País Vasco, Cataluña o Galicia. Tampoco el cine es ajeno al asunto; las películas épicas, de terror o de ciencia ficción, La guerra de las galaxias, Blade Runner, Dune, las antiguas cintas de serie B, afloran por todas partes en las letras metaleras. Lo mismo ocurre con la literatura, desde El señor de los anillos hasta La isla del tesoro o El cantar del Cid. Todo es posible, al cabo, en una música donde el Grupo Magma canta en el idioma oficial del planeta Kobaia –que sólo ellos entienden, los jodíos– mientras otros lo hacen en las lenguas de la Tierra Media. Donde Mago de Oz alude –La cruz de Santiago– al capitán Alatriste y Avalanch a Don Pelayo. Donde los segovianos de Lujuria lo mismo ironizan sobre la hipocresía de la Iglesia católica en cuestiones sexuales que largan letras porno sobre Mozart y Salieri o relatan, épicos, la revuelta comunera de Castilla. Y es que no se trata sólo de estrambóticos macarras, de rapados marginales y suburbanos, de pavas que cantan ópera chunga con corsé gótico y casco de walkiria. Ahora sé –lamento no haberlo sabido antes– que la música metal es también un mundo rico y fascinante, camino inesperado por el que muchos jóvenes españoles se arriman hoy a la cultura que tanto imbécil oficial les niega. El grupo riojano Tierra santa es un ejemplo obvio: su balada sobre el poema La canción del Pirata consiguió lo que treinta años de reformas presuntamente educativas no han conseguido en este país de ministros basura. Que, en sus conciertos, miles de jóvenes reciten a voz en grito a Espronceda, sin saltarse una coma.


Sólo me queda añadir un: "Amén, hermano." ^^

3 comentarios:

Alt dijo...

Pufffffffff, ya te cuento.

Iba leyendo y pensando "ahá, ahá, ahá, ¡joder que si es verdad!, sí, sí..." Vamos, que tiene razón Arturo. A veces se le va mucho la ollan (yo lo leo casi siempre, pero hay veces que se pone súper radical y nostálgico, y es como si yo en una revista de alcance nacional me pongo a contar el trivial que he echado hoy XD), pero cuando tiene razón, lo clava. Ay... Con sus columnas y columnos xD.

¡Besos, moza!

P.D.: Alatriste mola, pero la peli es lo peorrr. "La Tabla de Flandes" está sobrevalorada. Pero "El Club Dumas" es de lo mejorrr, y casi nadie lo conoce. De "La Carta Esférica" me da miedo ver la peli... Y eso que el libro no me pareció el bodrio que la mayoría de la gente dice que es.

Gabriel Knightley dijo...

A pesar de que Reverte no me gusta nada como novelista, tiene artículos realmente buenos -se excede vituperando y soltando tacos a mansalva para ganar adeptos, pero no obstante, a veces le da por decir verdades muy bien dichas-. No es que éste en particular me parezca gran cosa, y sería gracioso a ver la cara de ciertos melenudos de esos que escupen y cantan de forma ininteligible mientras se dan por aludidos (no aquellos cuyo grupo es mencionado, sino los que no nombra directamente pero están ahí), pero bueno... si con estas reflexiones suyas aporta algo, y a menudo lo hace, bienvenidas sean.

Un beso, pelirroja! ^3^

Anónimo dijo...

FELICES FIESTAS ELFITA¡¡¡¡¡¡¡¡




SNAGA