Neko

Cita del momento:

"No se puede ir por ahí construyendo un mundo mejor para la gente. Sólo la gente puede construir un mundo mejor para la gente. Si no, es solamente una jaula."
-- Terry Pratchett, Brujas de Viaje.
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miércoles, 28 de marzo de 2018

Caminarás conmigo

Estamos cansados de oír eso de "carpe diem", "a vivir que son dos días", "no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy"...

Pero, ¿Realmente le hacemos caso a esos consejos? ¿O son sólo frases que se han quedado vacías y suenan ya únicamente como una cantinela lejana?

En 2008 mi padre fue diagnosticado de E.L.A. (Esclerosis Lateral Amiotrófica), una enfermedad neuromuscular que hace que dejen de funcionar las neuronas encargadas de activar los músculos implicados en el movimiento voluntario. Es una enfermedad cruel, que acaba con la vida del paciente en unos 5 o 6 años máximo. Progresa lenta pero implacable, limitando cada vez más los movimientos del cuerpo, postrando en una silla a quienes la padecen, hasta llegar al punto en el que son presos de su propio cuerpo inservible, dependiendo de otros incluso para rascarse, comer... Sin poder moverse, hablar, casi ni respirar...Mientras que la mente es consciente de todo cuanto pasa a su alrededor.
Imagina una cárcel dentro de tu propio cuerpo.

Mi padre, Leonardo, siempre había sido lo que llamaríamos "un culo inquieto". Yendo de aquí para allá con sus perros por el campo, cuidando de su huerto, sus gallinas y conejos, construyendo muebles, arreglando cosillas en casa... Desde muy pequeño aprendió lo que era trabajar para ganarse el pan que llevar a la boca, pues pertenecía a una familia de 8 hermanos. Fue pastor, albañil, viajó a Suiza para trabajar en una fábrica de tapices, fue electricista aficionado, ebanista, carpintero, pintor, labrador, granjero, horticultor, motero, artesano, camarero, tendero, estanquero... No había nada que lo detuviese, y todo lo que hacía, lo hacía con pasión y constancia, aprendía de lo que le mostraba la vida, y siempre lo hacía con una sonrisa, aunque sin dejar que nadie se le subiera a las barbas, porque carácter no le faltaba.

Imagináos que, tras toda una vida de trabajo duro, sin apenas vacaciones porque tenías que atender tu familia, casa y negocio... te jubilas y entonces...Llega la ELA. Implacable.

Una persona que no sabía estar quieta debe aprender de repente a parar, a dejarse ayudar en todo, a estar cada vez más quieto contra su voluntad, sabiendo que cada día estaba más cerca del final, y que las horas invertidas con la familia serían para despedirse de ellos.

Con mi padre, en marzo de 2011.
Al principio del diagnóstico queríamos pensar que había esperanza, que quizá la enfermedad no sería tan dura, que habría tiempo.

Pero, silenciosa e incansable, la E.L.A. se iba llevando a mi padre. Poco a poco al principio. A grandes pasos en el último año.

Me aseguré de decirle siempre que podía lo mucho que lo quería. Pero todos los te quieros me parecían insuficientes. Me dolía verlo allí sentado, en su silla del comedor. Con las piernas tapadas con una mantita y los pies hinchados, inservibles, sin poder salir a caminar por el campo como a él tanto le gustaba.

Yo vivo en otra ciudad, y lo llamaba cada día al salir de trabajar. Me reconfortaba muchísimo oír su voz. Le contaba las cosas que había hecho, los planes que tenía para esa semana... Iba a verlo al pueblo siempre que podía, y muchas veces le daba la cena como si fuese un bebé. Mi bebé bigotudo.

Aquella noche del 23 de diciembre de 2011, fue la última que le dí de cenar. Recuerdo que nos reímos bastante por tonterías, que devoró la cena, y especialmente la cuajada con miel que tanto le gustaba. Yo se la dí paciente, dejándole su tiempo para tragar, pues en esas semanas ya le costaba mucho hacerlo. 

Ayudé a mi madre a acostarlo en la cama. Mi madre... Valiente, como una jabata. Trabajadora incansable durante toda su vida, y ocupándose de mi padre las 24 horas del día, tal como demandaba su enfermedad, y con unas ayudas gubernamentales escasísimas, por no decir inexistentes.

Las últimas palabras que me dijo mi padre fueron "Mari, quítame la dentadura que a tu madre se le ha olvidado". Mi madre se la quitó mientras yo me despedía de ellos para irme a la cama. Por la mañana había mucho que hacer: había que preparar todo para pasar la Nochebuena.

Pero a las 9 de la mañana del 24 de diciembre, me despertaron los gritos desconsolados de mi madre pidiendo ayuda, asustada. Mi padre había entrado en coma irreversible.
Hacía sólo una semana que el médico nos advirtió que aquello podría pasar en cualquier momento, ya que la insuficiencia respiratoria se estaba agravando, y pese a que llevaba el oxígeno puesto todo el día, llegaría un momento en el que eso no bastaría. Y ese momento llegó.

Pasaron muchas cosas esa mañana que no es necesario recordar aquí, pero sí diré que la fortaleza que mi padre me había enseñado toda su vida me ayudó a afrontar aquellos momentos. Por la tarde mi padre falleció finalmente en el hospital.

Nos quedaron muchos viajes por hacer, muchas excursiones, muchos proyectos.

Pero pude despedirme, pude decirle lo mucho que lo quería. Es la única concesión que te da esta maldita enfermedad.

Desde aquella experiencia, he intentado que mi filosofía de vida se base en una frase que suelo decirme a mí misma siempre: "Mejor arrepiéntete de lo que has hecho, y no de lo que te has dejado por hacer".

Y así, guiada muchas veces más por el corazón que por la cabeza, he afrontado los últimos años sin la compañía de mi padre sin que pase un día sin recordarlo.

Hace poco rescaté del trastero unas botas de montaña que me regaló en su día porque él no las iba a usar más.
Yo no las había llevado hasta ahora. Me daba la sensación de que estaba usurpando algo. Pero...En realidad calzar sus botas me hace pensar que lo estoy llevando conmigo a ver mundo.


Por eso la excursión que hice este sábado con esas botas, por lugares que le habrían encantado explorar, fue tan inspiradora y emocionante. Siempre siento a mi padre cerca, pero esta vez mis pies eran sus pies.




Y sé que él vive en mí de algún modo, y sé que él querría verme feliz, explorando el mundo, saboreando la vida.

Y no debo olvidar eso. No debemos olvidar que nuestros seres queridos aunque se marchen lejos, siguen en parte con nosotros, al menos esto genéticamente es indudable.
Debemos vivir intensamente por ellos. Amar, soñar, cantar, bailar, comer, viajar, reír... y también llorar. Emocionarnos. Besar y abrazar. Gritar y luchar. En definitiva, debemos VIVIR de verdad. No ser sombras de nosotros mismos.

Por eso yo me voy a seguir metiendo en sus botas, para que siga recorriendo el camino junto a mí, viviendo este mundo conmigo.

7 comentarios:

Zelgadiss dijo...

Qué tristes son las enfermedades que nos arrebatan a nuestros seres queridos. Me ha emocionado mucho tu post compartiendo con nosotros todo esto. Ya sé de donde te viene la vena artesana y de hacer cosillas bonitas con las manos, de tu padre!! ^_^
En mi caso tb soy más de arrepentirme por lo que he hecho, que por lo que dejado de hacer, creo que se ve a simple vista, si no, no tomaría tantos riesgos en la vida y me tiraría a la piscina sin saber del todo si hay agua suficiente, o me voy a pegar la gran torta (ya sabes a lo que me refiero, jajaja)
Creo que hiciste bien usando las botas de tu padre, aún tenían lugares que conocer con él, que lo hagan a través de ti. ;-)


Peregrin Tuk.

keleb-dûr dijo...

Qué putada de enfermedad! :(

A mí ser médico me ha ayudado desde siempre a relativizar, a diferenciar los verdaderos problemas de los meros contratiempos y no desesperarse por los segundos. Y a disfrutar del día a día porque la muerte llega así, de repente. No se trata de agobiarse por ello, sino de no posponer lo que te apetece hacer, el momento es ahora.

Te dejo un poema de la genial Gloria Fuertes que viene al pelo

"Advertencia"

Cuando estés recién muerto,
aún con la tibia tibia,
aún con las uñas cortas,
querrás hacer algo
-lo que podías hacer ahora-;

y ya habrán cerrado las tiendas y portales;
y ya será muy tarde para llegar a tiempo
a los que hoy te aman.

Unknown dijo...

Bueno, estoy con las lágrimas puestas y siguen hacia abajo. Tu padre. Mi padre. ¡Qué parecidos los dos! Y también muy parecido su final. Qué suerte hemos tenido, qué regalo nos ha hecho la vida con unos padres como los nuestros. Nos han dejado la mochila llena de amor, y alegría y sabiduría, y de todas las cosas buenas que se necesitan en el camino.

Eithel Lindale

Selerkála dijo...

Sí, la vena manitas me viene de mi padre, pero mi madre también ha hecho muchas artesanías a lo largo de su vida. Es una máquina, jeje.
Gracias por tus palabras.

Selerkála dijo...

Así es, el momento es ahora.
Que grande Gloria Fuertes. Gracias :*

Selerkála dijo...

Nuestro mejor homenaje es recordarlos siempre. Un abrazo.

R dijo...

Siento tantísimo que hayáis tenido que pasar por esto... Gracias por recordarnos que debemos vivir, y que las personas que queremos siempre estarán con nosotros.